
Si una palabra trae esperanza a este mundo tan raro que nos está tocando vivir es, sin duda, la palabra vacuna. Vacuna a día de hoy es sinónimo de abrazos robados, de besos perdidos, de visitas sin restricciones, de una cerveza mirando el Mediterráneo desde una terraza sin tener que subirse y bajarse una y otra vez la mascarilla. Vacuna es sinónimo de normalidad, de la apertura totalmente segura de todos nuestros establecimientos, de volver a poder bailar en una verbena. Pero todo eso tendrá que esperar, al menos hasta que llegue esa inmunidad de rebaño, quizás en verano cundo el ministerio pretende que el 70% de la población esté inmunizada.
El pasado 27 de diciembre llegaban las primeras a España y las primeras a La Rioja. Algo más de un mes después el Ministerio de Sanidad revela que 5.433 riojanos ya han completado la pauta de la vacuna de Pfizer (1.132 más en las últimas 24 horas). Esto significa que han recibido las dos dosis que garantizan la inmunidad. 4.508 personas están a la espera de esa segunda dosis.
En su mayoría residencias de mayores, tanto sus abuelos y su personal. Los que peor lo han pasado ola tras ola hasta la llegada de ese milagro de la ingeniería científica. Porque lo que está claro es que las vacunas funcionan y los datos lo demuestran. Lejos vemos como Israel, el país con mayor porcentaje de población vacunada baja sus casos de forma continuada. Cerca vemos como en las dos olas anteriores los fallecimientos por COVID en las residencias rondaban el 50% de los totales. A día de hoy se cuentan con una mano los que han fallecido en esta tercera ola y ni siquiera sabemos si el virus lo pudieron contraer antes de ponerse esa segunda dosis que ofrece la inmunidad total.
Cristina Díez trabaja en la residencia de personas mayores de Autol, una de las más afectadas de la primera ola. Con el recuerdo aún de lo mal que lo pasaron entonces, respira aliviada por que toda su residencia pueda ser totalmente inmune en unos pocos días. Ella, como sus compañeras, ya ha recibido la segunda dosis. “Da mucha tranquilidad saber que las cosas van a ser distintas a partir de unos días”, cuenta. No habla de los protocolos, habla del miedo a que el virus siga haciendo estragos entre los mayores. “Seguimos con todos los protocolos activos, sabemos que hasta que Salud no diga lo contrario tenemos que seguir con la normalidad de los protocolos, de las limpiezas, de poner en cuarentena todo lo que entra de fuera de la residencia, pero ya es otra cosa, saber que los mayores, si cogen el virus, lo van a pasar de otra forma, tranquiliza mucho”. Cristina asegura que tampoco variará mucho su forma de actuar fuera de la residencia. “Llevamos meses haciendo una vida de trabajo-casa porque somos responsables con el trabajo que tenemos y con las personas que cuidamos”, dice. Sobre las molestias tras la vacunación. “Hay algunas, dolor de brazo, estar al día siguiente agotada, pero realmente merece la pena”.
Si los trabajadores de las residencias están más tranquilos después de la vacunación, la sensación se multiplica por cuatro en las casas de las familias de los residentes. A la madre de Oscar le administraron la segunda dosis el pasado día 2 de febrero. Aún habrá que esperar unos días a que tenga la inmunidad completa. “Ella está feliz. Al principio les dijeron que la segunda dosis iba a ser el día 31 pero luego se retrasó hasta el 2 y estaban un poquito nerviosos pero con la segunda dosis todo ha cambiado”, cuenta. Sabe que los protocolos no van a cambiar inmediatamente pero se ve más cerca ese tan ansiado abrazo de madre. “Entiendo que no podremos entrar todavía a las residencias a verlos pero ya lo vemos más cerca y realmente les hace falta, también el contacto con sus amigos en la residencia que esos últimos meses es casi inexistente, necesitan socializar”, nos dice. “Nosotros en la residencia lo tenemos mejor que en otros sitios porque se asoman a un balcón y los podemos ver desde la calle un poquito pero no es lo mismo”, finaliza deseando que llegue al final ese momento.
Y si en las residencias la vacunación ha sido ver la luz al final del túnel en los hospitales no ha sido menos. Allí, por donde pasan los casos más graves de COVID también se respira de otra forma.
Raquel Rubio en un principio no era muy partidaria de ponerse la vacuna. “No me convencía mucho que se hubiese hecho a tanta velocidad pero luego reflexionas y te das cuenta de que la única salida a esto es que nos vacunemos todos”, cuenta. “Lo hice por respeto a mis compañeros que en su gran mayoría tenían claro que se querían vacunar, lo hice por respeto a los pacientes que vienen al hospital y lo hice también por mi familia, sabemos que podemos seguir siendo transmisores pero hay que ser responsables y esto pasa por cumplir las normas y por vacunarse”, cuenta. Y a pesar de sus miedos ahora lo tiene claro. “Me considero una auténtica afortunada por ser de las primeras personas que han dado el paso de ponerse la vacuna”, dice asegurando que la mayoría de sus compañeros también lo han hecho. “Lo hemos pasado muy mal, ha sido muy duro, quizás la gente aún no sabe cómo hemos tenido que trabajar, así que esta vacuna es una auténtica bendición”, asegura.
Los protocolos en el hospital a pesar de que ellos ya están vacunados con las dos dosis no han cambiado. Javier Merino, enfermero de Urgencias, es claro al respecto. El se puso la segunda dosis el pasado 21 de enero por lo que su inmunización ya es completa. “Trabajas con otra tranquilidad aunque sin perder en ningún momento de vista los protocolos tal y como veníamos haciendo hasta ahora. Pero sí, en el fondo estás un poco más seguro. Si lo demás falla, sabes que tienes esto”, como llevar dos chalecos salvavidas en vez de uno.
Su deseo es que la vacuna comience a coger esa velocidad de crucero de la que todos hablan. “Necesitamos que bajen las incidencias porque estamos agotados y el trabajo del hospital es frenético”, cuenta. El trabaja en el Fundación Hospital de Calahorra. “Siempre nos dais los datos absolutos de los hospitalizados pero que hoy haya dos ingresados menos es posible que suponga que ha habido altas altas y ocho ingresos nuevos, además hay muchos pacientes que pasan por urgencias por COVID que finalmente no son hospitalizados, se les trata aquí y se les vuelve a mandar a su casa”, detalla. “Además están lo que llamamos los casos sospechosos que son personas que tienen síntomas compatibles con COVID y que aunque luego no lo sean hay que tratarlos igual”, cuenta. Toda esa carga de trabajo supone “que a veces te vas a casa con la sensación de no haber hecho el trabajo todo lo bien que puedes”. Faltaría más. Aún así la vacunación supone para ellos una tabla de salvación. “Teníamos tantas ganas de que llegase que ni me lo pensé, el primer día que se pudo, yo allí estaba”, termina.
Otros han dejado su vacunación para más adelante. Son aquellos que acaban de pasar por la enfermedad. Alicia es una de ellas. Pasó el COVID a principios de diciembre. “Nos dieron la posibilidad pero entendí que yo ya tenía protección natural para al menos unos meses y decidí dejar mi turno a un compañero que lo necesitase más”, cuenta. Será en marzo cuando pueda vacunarse. Está deseando hacerlo, pero de momento está tranquila.
Inmunidad. No de rebaño, esa tardará en llegar, pero sí al menos a esos sectores que son los que peor lo han pasado sanitariamente. Vacunas sinónimo de volver a la normalidad. Que la velocidad de crucero llegue pronto y que todos pasemos por dos pinchazos que nos devuelvan nuestra vida, la que tanto echamos de menos.
