“Iribar aún me debe una apuesta; pero no creo que me la pague ya”
En Calahorra son Luis y Pili pero una vez que pasan el Gorbea allí todos los conocen como ‘los abuelos del Athletic’. Entrar a su casa es sumergirse en un mundo lleno de recuerdos en rojiblanco. Entradas que ni siquiera el museo del club tiene, camisetas firmadas por los jugadores más importantes que han pasado por la historia reciente, fotografías de los viajes a los partidos más trascendentales y un sin fin de recuerdos de todos los congresos de peñas a los que han ido acudiendo en los 70 años que Luis lleva siguiendo al equipo bilbaíno: primero sólo, después con su mujer y más adelante con la peña que se creó en la ciudad.
“Dicen que la peña nació en 1955 pero yo creo que ya antes habíamos hecho algunos viajes juntos. Sea como sea es la más antigua del club fuera del País Vasco”, dice Luis con una cabeza prodigiosa para recordar fechas resultados y nombres de jugadores a su 87 años. “Aún tengo 86, que los cumplo el viernes”, comenta con un sentido del humor también envidiable.
Su pasión por el fútbol, que se convierte en forma de vida cuando se trata del Athletic, no le llegó por lazos familiares. “De mi padre no me viene la vena futbolística; mi madre se separó de él con 13 hijos cuando yo era muy pequeño, fue una pionera”, cuenta.
Fue con ella, a medias, con quien acudió a ver el primer partido de fútbol en San Mamés. “Veníamos o íbamos, no lo recuerdo bien, a ver a mi hermano que estaba ingresado en Valdecillas y paré en Bilbao, la dejé sentada en un banco y me fui a ver mi primer partido a la catedral. Y ella tan feliz de verme cumplir mi sueño. Aún recuerdo que se me pusieron los pelos de punta cuando vi a tanta gente en las gradas. No se exactamente qué año sería pero fue antes de hacer la mili; después ya no ha habido año que no haya dejado de ir a algún partido”, cuenta.
¿Y entonces de dónde llega su afición por el Athletic? “A mi me gustaba mucho leer, en aquella época leía todo lo que caía en mis manos y la delantera del Athletic de los años cuarenta era mítica: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza”. 650 goles entre los cinco. Casi nada.
Y entonces la Catedral le atrapó para siempre. “Al principio íbamos en tren, con una tortilla de patata y a pasar la noche en una fonda para ver el partido al día siguiente”, cuenta Luis. “Estaba cerca de un cine en el que una vez hizo un acto Blas Piñar, menuda se lió, hubo hasta un muerto”, recuerda.
Pili no empezó a acompañarle hasta que sus siete hijos no fueron un poco más mayores. “Entonces íbamos muchas veces en autobús, siempre íbamos antes al sanatorio de Santa Marina a llevar verduras y frutas para los enfermos”, cuenta ella.
La apuesta con Iribar
Las anécdotas son infinitas y su memoria también. “Aún me debe Iribar una apuesta que le gané; nos jugamos un chalet pero no creo que me la pague a estas alturas”, cuenta. Fue en uno de los congresos de peñas. Entre los asistentes se estaba hablando de cuál había sido la mayor goleada del club y Luis lo tenía claro. “José Ángel estaba empeñado en que no podía ser y yo le insistí en que era un 12-1 al Barcelona. Menos mal que como guardo todo tenía un pasquín de esos que dan antes de los partidos en el que se recordaba la fecha del partido y la goleada histórica”.
También recuerda partidos imborrables como la vuelta del derbi vasco en aquel 1977. “Estuvimos en el partido de vuelta de la mítica foto de Iribar y Kortabarría, fue la primera vez que mi hijo mayor pisaba el campo, también en el último partido de la selección en San Mamés contra Turquía e íbamos a estar en el España-Polonia del otro día”, cuenta. La pandemia impidió que pudiese ser así.
Miles de kilómetros
Representando a la peña de Calahorra ha recorrido miles de kilómetros. “Los congresos han sido una forma de hacer amistades que son las base de los estatutos de la peña, aún recibo felicitaciones por Navidad de muchas personas que hemos conocido a lo largo de los años”, cuenta. Con Pili siempre a la grupa no se han perdido momentos históricos para el club. “Estuvimos en el palco invitados por el Athletic, somos socios de honor de varias peñas en diferentes lugares de España y me tuvieron que consolar como a una niña el día que fuimos al último partido del antiguo San Mamés; también al primero del nuevo, cuando aún no estaba ni terminado” cuenta Pilar.
Uno de los últimos viajes en su coche fue a un congreso en Huelva. “Tenía 82 años ya y nos daba un poco de miedo que fuesen sólos con su coche pero él nos decía que se había comprometido y que no podía faltar. Le pedimos que no hiciese el viaje del tirón porque eran 900 kilómetros y le conocemos. Esta vez nos hizo caso: hizo 700, paró a echar un café y luego siguió con los 200 restantes”, dice su hijo mayor entre risas.
Ya más adelante han vuelto a utilizar el tren, como en aquellos primeros viajes con la peña. “Recuerdo que los acompañé en la estación de Calahorra y cuando los iba a ayudar a subir se acercó un matrimonio y los reconoció: “Pero si son los abuelos del Athletic”, me dijeron y se encargaron ellos de acompañarlos hasta Bilbao”, cuenta su hija Marisa.
Su bajera un museo del Athletic
Su bajera en la calle Pastores de Calahorra es un auténtico museo. Allí cualquiera puede encontrar infinidad de objetos relacionados con el equipo bilbaíno: camisetas desde la de Iribar hasta la de Muniaín firmada por todos los jugadores pasando, como no podía ser de otra forma, por las de Llorente, Ezquerro y Gurpegui ( los jugadores de la zona), pero también juegos de cartas, relojes, bufandas de todas las épocas, banderines, pósters, pins… “Hay uno que compré en la Plaza Nueva de Bilbao que es el escudo del Athletic con Quitiliano, he investigado mucho y nadie sabe quien hizo ese pin”, cuenta Luis.
De momento es un tesoro que sólo pueden disfrutar unos pocos. “Nos dijeron una vez de abrirlo para que viniesen los niños a verlo pero es que aquí no hay espacio y muchas cosas están en los cajones”. Así es, colecciones de video en VHS, diplomas al buen aficionado, servilleteros, recortes de periódicos (“éste habla de nosotros, lo recorté de El Correo en la biblioteca, es que aquí no vendían ese periódico”, confiesa después de que el ‘delito’ haya prescrito)… Incluso aún guarda la camisa con la que iban los socios de la peña a los partidos en los primeros años, un blusón parecido al que ahora usa la peña Calagurritana pero con el cuello y los puños de los colores del equipo.
Toda una vida en forma de recuerdos de casi siete décadas siguiendo a un club, miles de anécdotas, de vivencias, de amigos, de muchas lágrimas como al perder las dos últimas copas del Rey el mismo año y también de muchas alegrías. Una pasión convertida en legado para sus hijos (menos uno que es de la Real Sociedad) y de sus nietos. Una manera de vivir, una manera de seguir disfrutando de la vida a través de los recuerdos.