Jesús Zaracaín, Teodoro Malo, Jesús Sáenz, Luis Fernández y Jesús Medrano son de la quinta del 39. Nacieron recién terminada la guerra civil, incluso alguno sabe de buena tinta que fue ‘hecho’ en la cárcel de Logroño. Una quinta reducida. Solo 13 hombres la componían. “Se ve que no vinieron con ganas de hacer hijos”, bromean antes de entrar al grano en nuestra conversación.
El sol luce en Rincón de Soto y frente a unos café y un clarete y un pincho de tortilla hablamos con ellos de como ha cambiado la agricultura en particular y la vida en general en todos estos años. “Quedamos nueve hombres de la quinta y ya ves la mayoría nos dedicábamos al campo, pero es que tampoco había mucho más por aquella época”, nos cuenta. Entonces la pera en Rincón casi ni se conocía. “Lo que más se cultivaba era el pimiento de bola y el tomate, también el cereal”, nos explican.
Ninguno estudió y desde bien pequeños todos empezaron a formar parte de esa gran familia de los agricultores riojanos. Algunos empezaron en el campo siendo aún unos niños y durante sus años mozos trabajaron en otros lugares como Kimbo o de camionero. “Eso no era vida”, cuenta uno. “Mi mujer se pasaba la vida llorando pensando en que algún día no iba a volver”, dice. Todos salieron de la escuela antes de lo que les hubiese gustado.
Las cosas han cambiado mucho, incluso los precios. “Hace 40 años, cuando mi hijo iba al colegio yo empecé con las nectarinas y recuerdo que las pagaban a cien pesetas; lo que no valen ahora”, recuerda uno de ellos. Y es que “antes con 4 o 5 fanegas se vivía, ahora hacen falta 40 o 50 para poder vivir de la agricultura porque hay muy poco margen y todo lo que se gana es a base de coger kilos y kilos”, nos cuentan. Pero no sólo de la agricultura vivían entonces las familias. “Todos teníamos también animales: gallinas, cerdos, algún macho…”. La palma se la lleva uno de ellos. Teodoro Malo compaginó durante muchos años su labor en el campo con la ganadería de toros. “Y ganaba muchos premios”, dicen los demás.
Aseguran que el trabajo físico tampoco tenía nada que ver con el de ahora. “Entonces no había maquinaria, todo era a base de trabajar, como se dice, de sol a sol”. Una forma de vida que les ha hecho que les sea complicado desengancharse del trabajo. “Quien más quien menos tiene un terrenito para cultivar cuatro cosas para llevar a casa”, nos cuentan. “Los de la capital vienen con los coches vacíos y se los llevan el domingo llenos: pimientos, ajos, alguna que otra pera…” aseguran cuando hablan de sus hijos y de sus nietos. Ellos vieron como el municipio fue cambiando poco a poco. “Las hortalizas empezaron a cambiarse por frutales que daban algo menos de trabajo y las empresas conserveras fueron cerrando y empezaron a abrirse las fábricas de muebles de cocina”, nos resumen la vida industrial rinconera.
“Ahora los chavales son más señoritos. “Yo no se qué eran los Reyes Magos” comenta uno. “Mi primer balón de fútbol me lo trajo mi hermano de su viaje de novios”, recuerda. Y es que jugar al fútbol no es algo nuevo en Rincón de Soto. “Jugábamos con la vejiga del cerdo”, nos cuentan. Incluso Jesús Medrano llegó a jugar doce años en el River. Saben a la perfección que son miembros de una generación que no lo tuvo nada fácil. “Nos mandaron nuestros padres y ahora nos mandan nuestros hijos”, dicen y es que saben a la perfección que ellos como abuelos han sido un pilar clave en el hecho de que sus hijos puedan trabajar y conciliar su labor familiar.
Saben poco de redes sociales. Alguno incluso no tiene ni móvil. “Con el de la mujer es más que suficiente”, pero conocen twitter y facebook aunque no lo sepan nombrar. “Pero si ahora todo el mundo habla por ahí, hasta los presidentes…” comentan. Ochenta años dedicados a la agricultura, al municipio y a la vida. Un merecido homenaje el que cada año realiza Rincón de Soro con sus agricultores más mayores, los que hicieron lo que hoy es este municipio riojabajeño.