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Por Santi García
El pasado jueves, una buena amiga me preguntó “qué le iba a pedir al nuevo año”, y de manera instintiva le respondí “¡que sea mejor que 2020!”. Pero ya en el sofá, relajado, la neurona que ese día estaba de guardia me descolocó a gritos: “¿En serio te vas a conformar solo con eso?” Aquella tarde me fastidió la siesta, pero estaba en lo cierto.
Este año ha sido tan duro y diferente que, hacer como que no ha pasado nada, sería una pérdida muy costosa (¡la de un año entero!). 2020 ha frenado el ritmo de nuestras vidas, nos ha regalado tiempo para pensar, y nos ha demostrado que somos capaces de adaptarnos a todo. ¡Esta película no la hubiéramos creído hace apenas 9 meses!
Por eso a este año no pienso pedirle nada: nos lo tenemos que pedir a nosotros mismos.
Que 2021 no se nos pase sin agradecer (¡y gastar!) en los bares y negocios locales, que tomaron decisiones pensando más en nuestra salud que en sus bolsillos; a los profesionales, que cuidaron de nosotros cuando más miedo había; a las escuelas, que nos obligaron a pensar en el futuro cuando más nos escocía el presente; a los políticos, pero sólo a los que más dialogaron y menos difamaron. A los héroes que no descubrimos en Netflix, sino en las calles.
Y cuando lleguen mejores tiempos durante este año, no olvidaremos saborear cada viaje, cada cena entre amigos, cada concierto, cada carrera, cada cerveza, cada día que nos veamos y volvamos a cruzarnos una sonrisa. Incluso disfrutaremos aún más de algo que habíamos olvidado: que no está nada mal eso de vivir sin prisas.
Pero sobre todo, que no acabe un nuevo año sin decir a toda esa gente que más hemos echado en falta, lo importantes que son para nosotros.
Nadie sabe si saldremos mejores de esto, pero tenemos que intentarlo. Nuestra conciencia -y aún mejor- nuestras burbujas (donde habita la gente que más nos importa) dependen de ello. Brindemos por los bonitos momentos que nos traerá el nuevo año. Y, por supuesto, que sea siempre con RESERVA.
